El motivo de èstas palabras es
recordar a un gran polìtico, estadista y promotor de los derechos humanos
argentinos. Estoy hablando de Don Raùl Ricardo Alfonsin, quien nos dejara
físicamente el dìa 31 de marzo de 2009.
Un hombre de la democracia, y en el
ejercicio de la màs plena de las democracias llevo siempre adelante su utopìa:
la uniòn de los argentinos en la persecución de objetivos comunes que hicieran
realidad el sueño de todos…, un paìs grande, rico, generoso, humanitario y solidario.
Su sueño lo mantuvo vivo y alerta,
aùn en las caìdas o en la càrcel que supo conocer por obra de la autollamada
revolución Libertadora.
Raùl Alfonsín ofreció a un amplio sector de la sociedad un
canal pacífico de militancia de centro-izquierda como camino de progreso
social.
En el seno de su amado partido
radical fundò la lìnea que desde ese momento lo acompañarìa en su largo andar
hacia el sueño: renovaciòn y cambio.-
A su cobijo nacimos todos los que
hasta hoy y desde hace muchos años tratamos de ser fieles a su concepción.
Durante la dictadura militar, Alfonsín puso gratuitamente su
servicio de abogado para defender opositores y presentar habeas corpus por los
detenidos - desaparecidos, actividad que por sí misma solía significar la muerte.
Fue una de las personalidades que a fines del año 1.975
fundaron la Asamblea Permanente por
los Derecho Humanos (APDH) que integro junto a notables como Alicia Moreau de
Justo, el obispo Jaime de Nevares, el
rabino Marshall Meyer y Alfredo Bravo entre otros.
Ya como candidato presidencial,
durante su campaña buscó sobre todo transmitir una imagen de paz, evitando
cuidadosamente todo conflicto, gestos de violencia en los actos o discursos
agresivos. Para acentuar la importancia de su mensaje democrático eligió para
cerrar sus discursos el Preàmbulo de la Constituciòn Nacional.
El 10 de diciembre de 1983
Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la Nación y con ello llego a su
fin el período de gobierno del Proceso de Reorganizaciòn Nacional.
Su gobierno tuvo detrás
de sí una fuerza nueva: la civilidad que había votado su propuesta de
construir un Estado de Derecho, consolidando la democracia a través de un
sistema político que resolvió los conflictos de una manera pacífica, ordenada,
transparente y equitativa; reconociéndosele su valentía por la realización del
Juicio a las Juntas.
Considerado en su vida un hombre de
ética, de valores, de honestidad intelectual, sencillez y bohemìa no fue
perfecto, porque era solo un hombre, tuvo sus aciertos y errores y como èl
mismo lo expresara: no supo, no pudo o no quiso muchas cosas.
Y como ejemplo dirìa que NO
PUDO romper antinomìas nacionales casi
ancestrales, aunque luchò denodadamente para ello; y NO QUISO que se derramara
una gota mas de sangre entre hermanos argentinos.-
Y por todo ello, lo que no supo, no
pudo o no quiso, màs algùn empujoncito ambicioso o egoìsta, por llamarlo de
forma educada, o tal vez por la cobardia de los que decìamos acompañarlo, se
tuvo que alejar.
Se alejò pero no se fue.
Acompañò los avatares de la
Argentina hasta su fin, cayò y se levantò, fue homenajeado o vilipendiado,
amado u odiado, pero nunca ignorado.
En los momentos duros y en las
decisiones fuertes era el interlocutor obligado, gustara o no, el resultado de
su intervención.
Para todos aquellos que nacimos y
crecimos bajo su cobijo y tratamos de ser fieles a su concepción, nos sentimos
huèrfanos desde hace 3 años y como sucede cuando se va un gran padre, pasarà
nuestra vida sin que el dolor se suavice y buscaremos apaciguarlo persiguiendo
su mismo sueño. Y en eso estamos: procurando alcanzar la union nacional,
afianzar la justicia, consolidar la paz
interior, proveer á la defensa comun, promover el bienestar general y asegurar
los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para
todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.-
Muchas gracias señor presidente.